jueves, 30 de julio de 2015

RETOMANDO

Había perdido el interés de escribir, desde mi última entrada en el blog a finales del 2011 mi vida había estado por innumerables choco aventuras, todas ellas registradas en mi cámara y otras en textos que me hacían recordar lo bello de este país. Había disfrutado tanto en el departamento de Putumayo en el 2012 que cuando tuve que regresar a Bogotá iba añorar ese paraíso terrenal.



Aun así, esos bellos recuerdos los iba a guardar en mi cabeza y aunque ya han pasado tres años, los recuerdo y los vivo como si fuera ayer, he estado dispuesto a relatar todas las cosas que disfruté, sin embargo, no tenía la inspiración de volver a escribir mis historias luego de la fuerte lluvia que dañó el archivo que llevaba de esta experiencia. Si tan solo hubiera escrito algo pequeño, ínfimo pero significativo en el blog, pero no fui capaz de hacerlo, luego de pensar llegó la hora de reactivar tantas cosas que dejé pendientes y por las cuales me sentía a gusto, creo que ya es hora de volver a “palabrear” un rato.

Por cosas del destino, había dejado las chalupas, la espesa selva amazónica y la tranquila ciudad de Mocoa, para regresar y enfrentarme al frío de la capital, solamente para iniciar un nuevo proceso dentro de mi profesión como docente, aunque la tarea no iba ser fácil, pensé que sería una oportunidad para aprender y poder conocer de cerca la dura labor de trabajar con niños y niñas. Había llegado a CIFAL hacer trabajo de acompañamiento, pensé que iba ser fácil y sencillo, no creerán que los próximos meses serían caóticos a medida que se iba adentrando en el trabajo social y educativo con población infantil.

Este trabajo me iba a pasar lo mismo cuando elegí estudiar para ser docente, iba a entrar a un periodo de prueba donde evaluaría y dependiendo de la satisfacción con el grupo, decidía quedarme o escoger otra cosa. El destino me diría que el 2013 no era la oportunidad de regresar al hermoso departamento de Putumayo, por lo que fue un año de constante paciencia, control de la voz y manejo de grupos; era cierto que a diferencia de los jóvenes, trabajar con un niño podría ser más complicado.

Empezar desde ceros con un grupo de niños puede ser el mejor curso para un primiparo que desee entender los propósitos de la educación, eso me pasó a mí a pesar de tener un titulo profesional y tener experiencia en otros espacios, no puedo olvidar las veces que tuve que sacar a la fuerza aquel joven de 12 años que no le gustaba hacer tareas, sino provocar a los demás e incluso insultarlos. No olvidaré la vez que este joven intentó apuñalarme con un compás, todo porque otro compañero no quería jugar con él y lo tenía irritado, siempre es bueno decirle a los otros niños de los otros cursos que cuando presencien una escena de groserías e insultos, siempre entonen alguna canción para que no escuchen estas palabras de grueso calibre, que a veces suelen oir cuando desobedecen o ven cualquier gresca en la calle.

Cualquiera que le cuente todo lo que me pasó esa vez se va a sorprender y dirá “Me imagino que usted renunció de inmediato”, pues no, lamentablemente al joven lo expulsaron del programa y yo seguía normal mi rutina como docente. Es claro que si usted pierde la voz por tanta gritadera y llamados de atención, también puede hacer uso del pito para llamar al orden del grupo. Pudo haber sido la mejor estrategia hasta cuando uno se da cuenta que a punta de pito no se educa a nadie. Ese fue mi primer año, había confrontado todo lo que estudié y el sentido romántico que cultivé para anhelar un mundo mejor, tan bellas palabras que por un momento se volvieron en un bla, bla, bla, bla…

Sin saberlo, el destino me insistió que negara una oferta de trabajo donde el pago era mejor en comparación al lugar donde estaba; pa’l carajo la prueba de admisión, la entrevista individual y la entrevista grupal, solo era cuestión de cruzar los dedos para que no me llamaran y seguir con los niños al año siguiente.


El 2014 dos angelitos hermosos de 8 años llegarían a mi vida como si nada, sus mordiscos y patadas sutiles sería la rutina a seguir todos los días, de vez en cuando no hacían tareas, molestaban a otros, cogían a golpes las sillas y mesas. Fue un milagro que ese año no perdí la voz por gritar, me sentía más blindado que nunca para manejar situaciones, sin necesidad que los estudiantes cayeran en la retahíla de groserías, había avanzado, pero me sentía como un primíparo, todavía seguía debatiendo ese espíritu romántico por la educación, sobretodo intentar estar inmerso en el contexto social de cada estudiante, pero es complejo y es peor si la familia muchas veces no ayuda en el proceso integral de cada niño o niña.

Pero los niños y sus padres no tienen la culpa de vivir en sitios precarios en las faldas de un cerro, muchas veces sin oportunidades laborales, rebuscándose y tratando de sobrevivir en una gran ciudad, por eso no les afecta en nada vivir en una zona de tolerancia o en un inmenso inquilinato en el centro de la ciudad. Estos niños y niñas solo dedican sus vidas a buscar la felicidad entre las tristezas que proporcionan la soledad, el maltrato o simplemente la indiferencia de la calle. Realmente tienen la fortaleza necesaria para enfrentar la vida, los pesimismos querrán estar ahí para aguar las esperanzas de muchos de ellos, con esas simples pero fundamentales lecciones me vine a dar cuenta  que yo no me preparé para enseñar sino para aprender.


En este tercer año, las cosas siguen cambiando, los dos hermosos angelitos que se desahogaban conmigo, terminaron siendo en dos hermosos angelitos que trabajan en paz y tranquilidad, aun me considero un primíparo; a veces se tiene que hablar duro y aunque me consideran gruñón todo el grupo de 2do y 3ro me muestra su amor y cariño con una pequeña carta o un sincero abrazo.


Tal como lo había aprendido de un abuelo: siempre estaremos destinados a caminar por la vida, hacer de ella un tejido y sobre todo a aprender de cada cosa que nos encontremos por este camino; por eso es difícil aceptar que los docentes no queremos aprender, que solo queremos repetir lo que nuestros “profes” han repetido durante décadas. A veces ando en los dilemas de la vida, a veces pienso si la mejor opción fue haberme preparado para ser docente. Algo es cierto, ya comprobé que un docente siempre va llorar de alegría al ver a sus estudiantes crecer para la vida. Y lo han logrado…